Nacer

martes, 18 de noviembre de 2008 |

Y uno se revuelve como arena entre olas, mareas, vientos, tempestades y calma... la calma inmensa de saberte asi de cierto, asi de incierto, asi de efímero y fugaz. Tomas con las manos los peces húmedos, te balanceas y atraviesas arrecifes inmensos que no se ven desde la supericie. Soles y lunas acompañan eso que llamas días, eso que llamas horas y vida. Y desde ahí puedes observarlo todo, te das cuenta y sonries al descubrirte en el reflejo de los ojos de tiburones y ballenas que pasan por tu lado, caballitos de mar, estrellas, pulpos y tortugas danzan al unísono de un jazz que la naturaleza ha creado, sirenas cantan, mantarayas te dan la mano, todo es una fiesta de hidrogeno y oxigeno combinado. Fuegos artificiales se asoman si alzas la mirada, te deslumbra esa luz que no se quiebra, que no cesa ni se apaga. Te deslumbra la vida, te sacude, te agarra y te avienta, te envuelve, te sofoca, te asfixia y un segundo después te enseña lo sublime de respirar también con el alma.
Sucumbes en una catarsis, flotas y sin darte cuenta nadas con movimientos que parecen de aves ancestrales, todo es agua nueva, océanos interminables, todo es olor a playa y arena; piensas, mientras unas manos casi invisibles te suben a la tierra diciendo entre saxofones y guitarras, bienvenido a la vida.

Has vuelto a nacer.
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