Son las horas

El hombre es una multitud solitaria de gente, que busca la presencia física de los demás para imaginarse que todos estamos juntos.

Carmen Martín Gaite

Son las horas más solas éstas, en las que me encuentro rodeada de tanta gente que me abruma, risas, llantos, gritos de niños enojados y mujeres con sudor en la frente, con dolor y melancolía en la mirada; son las voces de aquellos trabajadores que uno se encuentra en el metro, deshechas y empeñadas de tanto gastarlas día con día, entre grito y grito intentando hacer uso de su mejor estrategia de marketing para vender los chicles, los "cidis" de moda, los chocolates o los ungüentos.

Ex convictos con paletas en la mano y mentiras en la lengua, acordeones suenan bajo los dedos de los ciegos que andan viendo senos y piernas, niños que reparten papelitos con sus uñas mugrosas y mal cortadas, con sus piesitos agotados, con su apariencia así de drástica y tajante que uno se pregunta, uno ya no sabe si en el corazón les quedará algo de inocencia.

Victorias cantadas por los que miran hacia abajo a los vecinos momentáneos, pretextos uno encuentra en cualquier lado para seguir juzgando al que juzga lo que en boca de todos anda rodando. Pensamientos cruzados, fuego corre por todos lados en este infierno con olor a cansancio y humeante soberbia, del pobre por se pobre y conocer todo el dolor del mundo, del acomodado porque no le falta nada y no entiende la ignorancia del que está a un lado, del ciego porque solo él ha visto con el alma la pureza del espíritu y nadie lo comprende, del trabajador porque 8 horas en la oficina se mata y no entiende como el vendedor ambulante pueda ganar más sin traer puesta la corbata, del que se queda solo en sus pensamientos y cree, y sueña y mira y observa y se queda así, tan perdido, tan sumergido en ésta soledad agigantada que le hace pensar, imaginar por un instante que no forma parte de la multitud, sino que la multitud forma parte de él. Que todos somos uno solo.